Saltillo, Coah.- Esbozando una sonrisa de júbilo infinito, Gabino apuntó con la escopeta hacia la silueta endeble y aterrada de los enemigos, accionando el gatillo para cometer la doble tragedia que lo tiene tras las rejas.

Con el alma liberada tras “acabar” con el ejidatario que le había robado el amor de su mujer, el homicida abordó su camioneta para huir a toda prisa, ignorando que había matado a la persona equivocada.

Desde que se había casado con Patricia, el comerciante tenía en su mente los remolinos de la desconfianza que lo atacaban frecuentemente, sabía que su esposa había tenido un amorío prohibido con un vecino del pueblo. Sabedor de que la sombra del engaño pesaba sobre su relación, Gabino decidió unir su futuro junto al de Paty, consciente de que no lo amaban por completo, pero aun así intentó comenzar una nueva historia con quien desde siempre le había sido infiel.

Y es que los rumores sobre el amasiato más famoso de El Estanque siempre taladraron el honor del ofendido, que intentando borrar la realidad con indiferencia, se encaminó hasta el altar, donde se ató a la fémina que nunca debió haber desposado.

Fue en la iglesia del pueblo donde comenzaría el principio del fin para la libertad del campesino que, lejos de amarrar su felicidad, lapidó lo que parecía un futuro adelantado de la tragedia que ya lo perseguía sin que se diera cuenta.

Mientras Gabino intentaba olvidar los pesares de la burla social que lo seguía por todas partes, Alberto daba rienda suelta a la pasión que sentía por su amante de ocasión, minimizando los sentimientos del hombre, al que creía evadido con el silencio de la traición.

Con la etiqueta de soltero que lo animaba a cortejar hasta a las mujeres ajenas, Beto salió de su casa aquel amanecer de domingo para, sin prisas, dirigir sus pasos hasta el jacal de su amigo Eduardo, quien ya lo esperaba para acompañarlo a la cabecera municipal.

Durante varios minutos los ejidatarios caminaron intercambiando palabras para planear lo que harían en la tarde, la Semana Santa estaba cerca y pensaban aprovechar el tiempo para divertirse antes de que las festividades llegaran formalmente.

Tronando la maleza seca con sus pasos bruscos por el sendero del rancho donde deambulaban, los “compadres” seguían sumergidos en la plática que se acabó de pronto, cuando el rugir de un vehículo los sacó de la concentración con que animaban el momento.

Repentinamente una camioneta les cerró el paso y un insulto los paralizó en medio de la terracería, limitándose a ver la figura que dejó sin habla a Alberto cuando se dio cuenta de que se trataba del hombre de quien se estaba burlando a sus espaldas.

Decidido a cobrar las cuentas pendientes de una vez por todas, Gabino bajó de su Chevrolet roja para dirigirse hacia los caminantes que, imaginando lo peor, observaron cuando el potencial victimario se acercaba a ellos portando una escopeta entre sus manos con la peor de las intenciones.

Vociferando una lluvia de agravios que parecían no tener fin, el conductor apuntó el arma contra los amigos exigiéndoles que no corrieran, para luego obligarlos a que subieran en el vehículo mientras gritaba sus verdades al hombre que le había robado el amor de la única mujer que amaba.

En el trayecto hacia la nada, el pistolero recordó a Alberto los pecados que había cometido bajo el sello del adulterio, deteniendo el andar del auto cuando estaban por llegar a El Estanque, donde con empujones los tiró al suelo, mientras los humillaba con el arma larga.

Divertido por presenciar la cara de muerto que ponían sus víctimas, el furioso lugareño les exigió que se hincaran en medio de la terracería, donde con un gozo inédito accionaba el gatillo de su rifle para provocar los espasmos corporales de los hombres con cuyo destino estaba jugando.

Resuelto a limpiar su imagen ante una comunidad que lo veía como un ser vilipendiado, Gabino disparó en dos ocasiones a la cabeza de Eduardo, que cayó muerto ante la mirada aterrorizada del verdadero objetivo, que llorando imploraba por su vida sin que nadie escuchara su ruego.

Y es que un plomazo terminó con la calma que había en el paraje, incrustándose en el cuerpo de Alberto que con la vida en suspenso cayó a un costado del amigo que había dejado de existir por estar en el momento y lugar equivocado.

Imaginando que había cometido un doble crimen, el atacante huyó a San Pedro para esconderse en la casa de sus familiares, mientras la policía comenzaba las investigaciones que muy pronto dieron resultados.

Una semana después, Gabino salía de la vivienda de sus primos cuando una extraña sensación lo sacudió, sintiendo cómo elementos ministeriales lo presionaban para ponerlo bajo arresto por los delitos cometidos, para ser condenado por autoridades penales tiempo después.