Son obligados a laborar sin pago y con jornadas extenuantes de hasta 17 horas

Madrid, España.- El restaurante más sostenible del mundo y con tres estrellas Michelin, el Azurmendi, ha sido puesto al descubierto como un inmueble que no sólo hacina sino que también explota a sus empleados.

The World’s 50 Best Restaurants ha nombrado al restaurante Azurmendi como el más sostenible del mundo y un menú sin maridaje ronda en los 220 euros, sin embargo, becarios que han trabajado allí han revelado que son obligados a laborar sin paga, en horarios extenuantes de hasta 17 horas y confinados a un semisótano donde en cada una de las tres habitaciones de 20 metros cuadrados residen 12 personas. En total, 36 personas comparten la cocina y el baño todos los días.

Adrián sólo ha podido estar allí 18 días y narra que “la rotación del personal es brutal. La mayoría de los chicos que llegan para hacer prácticas no aguantan más de dos semanas. Algunos se van llorando a los pocos días”.

El contrato que ofrece Azurmendi, a cargo del famoso chef Eneko Atxa –quien, por cierto, se ostenta como el impulsor de una revolución humanística– incluye la cama, el almuerzo de todos los días, a excepción del lunes, y el mandil.

Las herramientas de las que han de disponer los becarios deben traerlas ellos mismos, además de dejar un depósito de 100 euros en caso de que rompan algo. Los lunes, día que no se labora, lejos de descansar tienen que hacer las compras para la cena de toda la semana.

“El resto del día te dedicas a descansar porque estás reventado. Yo me fui sin haber hecho turismo por Bilbao ni una vez. Un día me calculé los pasos y me salieron 23.500”, confesó uno de los becarios.

Pedro, otro más, narró: “El primer día empecé a las 7.45 de la mañana y terminé a la 1.30 de la madrugada. Dos descansos de 20 minutos para comer y cenar. Me pasé el día entero fregando campanas y limpiando cacharros. A los cuatro días estaba destrozado”.

“Lo normal es que te presentes el primer día en la cocina y, sin explicarte nada, empiecen a pedirte cosas. ‘Trae esto o lo otro’, pero nadie te ha dicho dónde está o cómo se hace. Si a la primera haces algo un poco mal te dicen ‘aparta, ponte a fregar’”, añadió Pedro.

Cuando es fin de semana el horario es de 12 horas, sin embargo no se puede hablar. “En cuanto dices algo, aunque sea una pregunta, te dicen ‘¡tsss!’ o te pegan un grito”, revelan.

Ni siquiera los jefes ganan bien pero confiesan que aunque la paga es de tan sólo 800 euros, soportan el maltrato por el currículum y una carta de recomendación que pocos logran debido a que no terminan la estadía.

Antes de que Adrián tirara la toalla, comprendió las palabras de otra becaria que ya estaba cuando llegó. “De los diez que entramos en mi remesa sólo quedaba uno cuando me fui. Todo es muy brusco, te gritan e infravaloran al mínimo error o duda. Ya me lo dijo el primer día una chica que llevaba cuatro meses: ‘Bienvenido al infierno’”.