Gutiérrez Zamora, Ver.- “Nunca olvidaremos esa tragedia, no se la deseamos a nadie. Pensé que era el fin del mundo, pero cuando amaneció y el agua bajaba, me di cuenta que habíamos sobrevivido”, así narra la señora María Cabrera la catástrofe de 1999 que dejó decenas de muertos y cientos de desaparecidos.

Durante 20 años la mujer ha podido contar de viva voz cómo logró sobrevivir a los embates de la naturaleza, aunque cada vez que lo hace no puede contener el llanto.

“Me quedé atrapada con mi hijo y mi esposo que tenía que gatear porque le habían amputado las dos piernas; él me dijo que nos fuéramos cuando aún podíamos hacerlo, pero le contesté que no, que me quedaría con él hasta que juntos muriéramos”.

Al paso de las horas, la presión del agua cerró las puertas y con ello, atrapó en el interior de la casa a la familia. María tiene ya 86 años; es la mujer con más antigüedad en Coronado y de los contados sobrevivientes que ha podido narrar a detalle lo ocurrido.

Por la trágica inundación algunos habitantes de San Antonio Coronado perdieron hasta sus casas, que literalmente fueron arrastradas por la corriente del río, pero también reconocen que fueron afortunados en salir con vida y así poder contar dicha hazaña a las nuevas generaciones.

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Otro de los que vivieron en carne propia es Remberto García, quien cuenta con 73 años. Asegura que para algunos era una simple lluvia, también hubo quienes no prestaron importancia, pero nadie pensó que se avecinaba la tragedia más terrible que jamás hubieran imaginado y mucho menos, que su vida estaba en riesgo.

Luego de ver cómo la comunidad poco a poco quedaba sepultada, don Remberto recuerda que no les quedó de otra que huir a zonas donde al agua no pudiera cubrirlos; así, llegaron con ayuda de pangas, a un cerrito donde se encuentra un árbol de zapote. Ahí se resguardaron por dos días, sin comer y presos de la incertidumbre, pues para ese momento era evidente que muchos habían muerto.

“Cuando nos fue posible rescatamos un cerdo que se había ahogado, lo cocinamos y los que estábamos ahí comimos carne frita; lo acompañamos de naranja temprana”, recuerda.

La casa de doña María Elena hoy en día es de las más representativas, pues justo en el techo decenas de personas pudieron resguardarse y desde ahí fueron rescatadas por elementos de la Marina y Sedena. Imágenes que fueron inmortalizadas por el fotorreportero Miguel Rivera Salinas, muestran la furia de la naturaleza que, para ese momento, había cubierto la comunidad Coronado.

Nunca, absolutamente nadie, había presenciado algo similar. Para el 6 de octubre de 1999 la naturaleza había mostrado su capacidad para arrastrar casas, animales y personas; además de doña María Cabrera, otros habitantes también pensaron que el mundo se acabaría, tal y como previamente lo habían leído en la biblia.

No obstante, quizá el lugar más icónico de San Antonio Coronado es un árbol de zapote situado en la parte alta de la iglesia San Antonio. Nadie imaginó, ni siquiera en sueños, que cuando todo había sido arruinado por la corriente, aquel árbol sería la salvación de muchos.

Don Remberto y Celestino Xochihua coinciden en que era tanta la desesperación y el miedo a morir ahogados, que decidieron cortar en tiras una cobija y la utilizaron como escalera para que muchos pudieran subir al zapote. Primero fueron los niños y mujeres, y así sucesivamente. Jamás imaginaron que el ingenio de unos cuantos se convertiría en un verdadero ejemplo de lo que es el instintito de supervivencia, y que ayudaría a salvar la vida de decenas de personas.

A 20 años de soportar la furia de la naturaleza, quienes viven en San Antonio Coronado no pueden, ni podrán olvidar lo ocurrido. En esta comunidad cunde el fenómeno de la migración, pues decenas de familias decidieron huir ante el miedo de que ocurra algo similar.

Las calles de Coronado lucen solas. A un costado de la iglesia hay cruces de madera podrida que recuerdan a las víctimas ahí sepultadas; hay quienes dicen que fueron 23 muertos tan sólo en esa localidad, otros ni siquiera se atreven a dar cifras, pues dicen que hubo cientos de desaparecidos.

A dos décadas de lo ocurrido, en Coronado hoy tienen más maneras de salir ante una posible emergencia; hoy se respira tranquilidad, esa que tanta falta hizo durante el 4, 5 y 6 de octubre de 1999 que marcó la vida de miles de veracruzanos.