Un fraude, un bache económico y el desinterés de las autoridades, más la huella del miedo en casa septiembre, el saldo de aquella tragedia

Agua Dulce, Ver.- Con el término de septiembre se cumplieron 18 años de la gran inundación de Agua Dulce, una que a pesar de todos los años que han pasado, sigue presente en el imaginario colectivo como un hecho sin precedentes en el que las aguas del arroyo Agua Dulce llegaron hasta puntos jamás imaginados anteriormente.

“Aunque nos da miedo, ¿a dónde nos vamos a ir, si esa vez todo Agua Dulce se inundó?”, se pregunta don Juan Cruz Hernández, de oficio peluquero, quien ha vivido en esta ciudad desde hace 41 años, y tiene su local en la calle Obrera, a pocos metros del puente 28 de Septiembre, nombrado así porque se reconstruyó después de la inundación.

El hidrómilo narra haber platicado con los soldados que tenían un retén en la carretera Costera del Golfo, más o menos por el kilómetro 25, los cuales escucharon el estruendo y vieron la cantidad de agua que venía, al referirse a cuando el agua que se guardó en una especie de represa debido a que en ese entonces se construía la súper carretera Las Choapas-Raudales-Ocozocuautla, de lo cual Adalberto Cózar Cundapí también fue testigo al notar el golpe de agua que entró por el kilómetro dos.

José Manuel Hernández Arcia perdió más que 40 kilos de carne que estaba preparada para la taquería El Charrito de Oro, en la calle Obrera, y desde entonces el negocio se ha venido abajo, pues muchos comercios cerraron, pobladores se mudaron y poco a poco disminuyó la fuerza comercial de esa zona.

Incluso la escuela primaria “Artículo 123”, que se quedó varios meses sin clases, perdió su popularidad después de la inundación no sólo por el estado en el que quedaron las instalaciones, sino también por la destrucción del puente peatonal entre la colonia El Pajaral y esta escuela, pues después de la creciente quedó inservible y jamás se reconstruyó.

En medio de la tragedia, también se orquestó un fraude que, casi dos décadas después, vino a salir a la luz pública, en los que tuvo que ver el entonces gobierno del Veracruz a cargo de Miguel Alemán Velazco y Porfirio Serrano Amador, de la Secretaría de Desarrollo Regional (Sedere).

Tras la inundación, Juan Quevedo Pérez, habitante local, fue contactado para presidir el patronato de damnificados a los que les iban a entregar mil pesos, pero en su lugar tomaron el dinero para comprar artículos electrodomésticos y vender el paquete  de un colchón, una licuadora y una estufa a bajo costo. Aunque el dinero utilizado para la compra fue el que se le iba a dar a los damnificados, éstos terminaron pagando el costo de los productos, lo que representó una ganancia redonda para Quevedo y los funcionarios del Sedere, que incluso recibieron el dinero a través de un depósito hecho por ese individuo en el banco Bancomer con fecha del 17 de enero de 2001.

Por otra parte, Miguel Alemán Velazco, gobernador de Veracruz, llegó días después de la inundación a Agua Dulce y se negó a declarar la zona como de desastre, pues vio que ya no estaba anegada la zona urbana, ya que es un afluente de rápida respuesta, comenta el señor Juan Cruz.

Adalberto Cózar se pregunta si, de haber hecho caso Miguel Alemán Valdés a la petición de dragado del arroyo cuando lo advirtió 1 año antes, el panorama para la ciudad habría sido distinto. Lo cierto es que la tranquilidad aún no se logra asentar del todo entre los habitantes. Basta con que empiece a llover fuertemente para que se remuevan los sentimientos, inicie el acarreo de objetos a las partes altas y una mirada al cielo para que ese pequeño y engañoso arroyo no se lleve lo poco que queda.

Por Violeta Santiago